El choque entre un tren del Ferrocarril Trasandino y un bus de transporte público en El Agustino, que dejó diez heridos, no debería verse como un simple accidente. Un bus de la línea 10A había quedado detenido en pleno tráfico sobre las vías férreas, en una intersección sin señalización ni barreras, cuando el ferrocarril impactó y generó las imágenes que transcurren ahora en redes sociales.
Este suceso es la manifestación visible de un sistema de transporte urbano mal diseñado, saturado y carente de previsión.
El problema no se reduce solo al error de un conductor que infringió una regla de tránsito. Es el resultado de décadas de una planificación deficiente que permitió que las vías férreas, los cruces vehiculares y las rutas del transporte público se crucen sin orden. Lima, una metrópo

La República

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