En Oaxaca, el aire de octubre huele a copal, a pan de muerto recién horneado y a flor de cempasúchil. Las calles se llenan de color y de memoria, porque en esta tierra casi el 95% de las familias coloca un altar para recibir a sus difuntos.
En cada rincón del estado, desde los Valles Centrales hasta la Sierra Norte, el Día de Muertos no es una fecha: es una manera de vivir y recordar. Los altares, reconocidos por la UNESCO como Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad, son el corazón de esta tradición ancestral.
Las familias los preparan con esmero, colocando velas para iluminar el camino de las almas, agua para calmar su sed, sal para purificar, pan de muerto, frutas, mole negro y mezcal. Cada elemento tiene un significado, y cada altar es un mensaje de amor hacia quienes ya parti

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