La es, para la mayoría, la más lúcida. Sin embargo, solemos entregarla al correo y a las notificaciones: un aluvión de prioridades ajenas ordenadas por hora de llegada. El resultado es conocido: hilos impecables, avance real escaso. La ciencia lo describe con precisión: cuando saltamos demasiado pronto a tareas reactivas, arrastramos “residuos de atención” al resto de la mañana; cada cambio de contexto deja pelusa mental que frena las decisiones de fondo. Por eso tantos ejecutivos y creadores protegen un espacio de intención antes de tocar la bandeja de entrada: no es postureo, es un cortafuegos práctico entre tu plan y la urgencia de los demás.
En esa ventana temprana -con el cerebro menos saturado y más capaz de trazar una dirección- lo que hagas primero tiñe todo lo que sigue. Quien

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