La angustia como alerta sísmica del alma
Por Daniel Sánchez
Hay emociones que no se dejan domesticar. Una de ellas es la angustia. Llega sin avisar: a veces como una presión en el pecho, un nudo en la garganta o un pensamiento que no se va. Otras veces se disfraza de cansancio, de insomnio o de una tristeza que no tiene nombre. Cuando aparece, muchos buscan callarla rápido. Tomamos algo, meditamos, nos distraemos, nos llenamos de pendientes. Hacemos cualquier cosa con tal de no sentir ese temblor interno.
Pero la angustia no es una enemiga. No es un fallo del sistema nervioso ni un síntoma que deba eliminarse a toda costa. Es una señal, una especie de alerta sísmica del alma. Nos avisa que algo dentro se está moviendo, que hay una verdad —una emoción, un deseo, una contradicción— que es

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