El Banco de la República de Colombia (BanRep) se encuentra en un momento de máxima tensión y deliberación. Su junta directiva, guardiana de la estabilidad monetaria del país, debe tomar una decisión que trasciende lo técnico para adentrarse en la compleja arena de la política económica y social. La encrucijada es clara: mantener el pulso firme contra la inflación , preservando las elevadas tasas de interés, o ceder a la presión del Gobierno Ejecutivo para reducirlas, buscando un estímulo inmediato al crecimiento.

La elección no es trivial, y sus consecuencias resonarán a lo largo de la estructura económica del país. El banquero central, por naturaleza, está obligado a ser el “adulto en la sala”, el que sacrifica la popularidad presente en aras del bienestar futuro. Este rol, a menud

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