Resulta, cuando menos, chocante. La imagen del presidente de Renfe, Álvaro Fernández Heredia, participando como jurado en unos premios de innovación organizados por Talgo ha generado una notable perplejidad entre los empleados de la operadora pública. Esta insólita estampa de colaboración esconde, sin embargo, una de las mayores crisis que han enfrentado estos dos gigantes del sector ferroviario español, una tensión que se manifiesta en una cordialidad pública casi surrealista mientras en los despachos se libra una batalla millonaria.
Detrás de esa fachada de aparente normalidad se encuentra la decisión de Renfe de imponer una sanción que supera los 116 millones de euros a su histórico proveedor. El motivo no es menor: los notables retrasos y los fallos de funcionamiento detectados en

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