La comparecencia como testigos ante el Tribunal Supremo del ex gerente del PSOE Mariano Moreno y la secretaria Celia Rodríguez alienta de forma cada vez más intensa las sospechas de que los pagos en efectivo a miembros de la trama Koldo y otros cargos del PSOE eran una forma de blanqueo. Del testimonio de ambos se desprende que Ferraz pagaba no de forma individualizada en función de los gastos presentados, sino que la entrega de cantidades en metálico se realizaba al bulto, de modo que era Koldo García o un enviado de este quien recogía en la sede socialista las liquidaciones de gasto y luego las repartía, limitándose Ferraz a comprobar las fechas y los importes de los tiques, sin preocuparse por saber quién y cómo se había anticipado ese gasto.

En definitiva, un puro descontrol -en el mejor de los casos- que puede esconder algo mucho más grave. Y es que el procedimiento se presta a la sospecha de que lo que hacía Ferraz era blanquear el dinero procedente de la trama, a través de algo tan rudimentario como validar cualquier tipo de factura que se le presentara para su liquidación. Si tenemos en cuenta que el PSOE ha reconocido que a través de donaciones o microcréditos fue capaz de recaudar millones de euros, pero que no ha identificado a los donantes y tampoco ha determinado, en consecuencia, si estos tenían contratos con las Administraciones públicas, la conclusión es que las sospechas de que Ferraz se convirtió en una máquina de blanquear el dinero procedente de mordidas se afianzan por mucho que el PSOE pretenda cuadrar ahora sus cuentas con el argumento manido de que nunca tuvo una caja   B .

Y es que eso de que el PSOE sacó un millón de euros en efectivo del banco para pagar las liquidaciones de gastos de sus empleados es de aurora boreal. Porque si ese argumento lo utiliza una empresa cualquiera ante Hacienda se convierte de inmediato en carne de inspección.