Froilán vuelve a ser un quebradero de cabeza incansable para Zarzuela . Su nombre, que ya apuntaba maneras hace años entre los Borbón, se ha convertido en sinónimo de problemas. La paciencia de la Casa Real tiene un límite , y con él ya se ha cruzado demasiadas veces. Por eso, cuando sus excesos alcanzaron el punto de no retorno, se decidió enviarlo lejos, muy lejos: a Abu Dabi, bajo la supervisión de su abuelo, Juan Carlos I. La idea era poner tierra de por medio para que madurara, encontrara un rumbo y dejara de dar disgustos. Pero el tiempo pasa, y el nieto del rey emérito sigue sin mostrar señales de cambio.
Cercano a cumplir los treinta, Froilán parece anclado en una adolescencia sin fin. Ni los consejos de su madre, la infanta Elena, ni los intentos de su padre, Jaime de Mar

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