Durante las últimas tres décadas, el Perú ha vivido momentos importantes en su historia, no solo en materia económica, sino también en la imagen positiva que ha podido proyectar internacionalmente como resultado de los logros obtenidos. Estos avances generaron un fortalecimiento de nuestra identidad como país, así como niveles de confianza que han contribuido a sentir que el Perú tiene posibilidades reales de un futuro próspero. Sin embargo, los desafíos internos, la inestabilidad política, la criminalidad que sigue enlutando el país y la falta de continuidad en las políticas públicas enturbian inevitablemente lo avanzado hasta el momento. Pero más preocupante aún es nuestra tendencia a pensar que el progreso alcanzado es suficiente y que el desarrollo sostenido ya está asegurado.

Esa per

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