por Marvin Ramírez

A medida que octubre llega a su fin, San Francisco se llena de altares en espacios culturales y artísticos, donde las personas crean pequeños tributos en memoria de sus seres queridos. Algunos barrios organizan procesiones, y lugares especiales como El Corazón del Pueblo en Oakland ofrecen artesanías hechas a mano mientras honran a los fallecidos. Esta tradición se extiende desde México hasta Nicaragua y Centroamérica: el Día de los Muertos.

Aquí en San Francisco, el 31 de octubre, nos encontramos en la antesala de esta celebración sagrada. Es un momento para recordar a quienes han partido, reflexionar y celebrar las vidas que nos marcaron. Para mí, es la ocasión de honrar a la mujer que me crió—Doña Juana Calero Espinoza, madre de mi padre, José Santos Ramírez Calero,

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