Candela Serrat llegó a Madrid siguiendo un consejo que marcaría su vida: si quería ser actriz, debía conocer también el teatro español. Por entonces ya había estudiado Filología Inglesa y Arte Dramático en Londres, pero sus padres, «siempre muy apoyadores aunque también exigentes», le insistieron en que, siendo española, no podía desconocer a autores como Lorca o Miura. «Ellos me dijeron: haz una carrera, empieza a apañarte la vida, y después ya verás. Y tenían razón», reconoce. Su elección fue el Estudio Corazza de Madrid, una de las escuelas de referencia para jóvenes intérpretes. Allí encontró lo que necesitaba: práctica, ensayo, horas de escenario. «Ya había hecho una carrera y buscaba callo, rodaje, coger carrerilla. En Corazza todo giraba en torno a escenas, a la práctica real».
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