Hace ya unos cuantos años, durante el regreso de una presentación internacional de un automóvil europeo, recuerdo que, hablando en la sala de espera del aeropuerto con otros compañeros de prensa de medios de comunicación habituales en esos eventos, uno de ellos comentó que “los coches japoneses por lo general resultan más aburridos que los europeos, pero nunca defraudan, ya que todo lo hacen bien, muy bien o a la perfección”. Y añadió, para terminar de dar sentido a su opinión, “es como cuando te bajas de un Ferrari, sientes la emoción de haber conducido una máquina increíble. Después, te montas en un Honda NSX –un superdeportivo del máximo nivel-, y es como un Ferrari, pero que lo hace todo perfecto”.

Los japoneses, su ingeniería y sobre todo su filosofía de “siempre mejor” y de conquist

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