Hace escasos meses, los misiles de Israel caían sobre la capital de Irán. Nuevamente, Teherán es noticia por razones más afables. Una recién construida estación de su metro lleva el nombre de Virgen María. Un bajorrelieve de la Madre de Jesús resalta en el pabellón donde los teheraníes esperan el tren.

El hecho parece casi milagroso. Una nación islámica como Irán, por ley coránica, mantiene ciertos índices de tolerancia hacia las religiones de tradición judeocristiana. Pero en la práctica, al igual que ocurre con otros credos —como el zoroastrismo—, el Estado teocrático chiita iraní impone restricciones y controles que rayan en la intolerancia y la persecución, de la cual no se salvan los cristianos.

Ser cristiano o practicar otra fe no está prohibido en Irán; sin embargo, es contrario a

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