Un día muy normal pintaba ese 3 de noviembre de 1995 en Río Tercero. A las 8.55, un estruendo seco y duro me movió el piso. La ventana de casa tembló. No parece tan normal este viernes, pensé.

La primera impresión era que a algún vecino le había explotado una garrafa. Debía ser grave y cerca, imaginé.

Salí a la calle, con curiosidad. Ya otros vecinos se preguntaban qué carajo había pasado. Bastaba levantar la vista hacia el oeste para ver una nube oscura que cobraba vuelo. Algo ocurrió ahí. Y el ahí era en dirección al polo industrial, dominado por dos grandes industrias químicas y la Fábrica Militar.

Sentido del oficio, inconciencia, curiosidad, o todo eso junto y mal mezclado, me llevaron en segundos a buscar agenda, grabador (entonces con casete) y cámara de fotos (entonces con rollo

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