Los cineastas belgas acaban de estrenar 'Recién nacidas', con la que ganaron el premio al mejor guion en el pasado Festival de Cannes

Antonio de la Torre: “Durante un tiempo creí que existía, pero el ascensor social es una gran mentira”

Los hermanos Dardenne son la prueba de que el cine puede cambiar las cosas. Cuando estrenaron Rosetta en 1999 —por la que ganaron su primera Palma de Oro—, su repercusión en Bélgica, su país de origen, fue tan grande que se aprobaron leyes contra la pobreza y el paro juvenil. Desde entonces no han parado de poner el foco en las grietas de un sistema que siempre perjudica a los mismos. Un cine incansable que ha marcado el cine social hecho en Europa. Son, junto a Ken Loach, los maestros que pusieron las bases de un tipo de películas que mucha crítica burguesa ataca por considerarla “pornografía emocional”.

No les importa. “Bastante tenemos con hacer una película”, dicen de esos comentarios sobre el cine social que llegan cada vez que estrenan un filme. Su último título, Jóvenes Madres, acaba de llegar a las salas españolas tras lograr su enésimo premio en Cannes. Esta vez el de Mejor guion por la historia coral de unas madres adolescentes que son acogidas en una casa maternal para enseñarlas a ser madres en un mundo que las ha fallado.

¿Cómo mantienen esa capacidad de encontrar temas y lugares en los que, como sociedad, no miramos?

Luc Dardenne: Oficio. No, la verdad es que tomamos notas sobre todo. Lo que leemos en los periódicos, lo que ocurre en cualquier sitio donde estemos. Miramos a las personas y a las situaciones en las que viven. Y hay muchas cosas también que recordamos de nuestra niñez, de la adolescencia, de todos los documentales que hicimos, en los que filmamos a mucha gente de la región donde vivimos. Y hablamos mucho entre los dos también. Por ejemplo, me acuerdo de que antes de hacer El niño, Jean Pierre se fue de vacaciones a Italia y me llamó y me dijo: “Acabo de leer en el periódico que en una ciudad cerca de donde estoy hay una red que vende niños recién nacidos en el extranjero”. Y luego leímos una noticia parecida de una red búlgara que cogía niños en el extrarradio de París.

En esta ocasión queríamos hacer una historia sobre una madre soltera en un centro maternal, pero fuimos a documentarnos, preguntamos muchas cosas, y, cuando vimos ese centro al que fuimos cinco o seis veces, nos preguntamos que por qué no hacíamos una película sobre eso y que fueran cinco o seis madres solteras. Además, nunca habíamos trabajado con tantos personajes y eso era un reto. Digamos que estamos siempre alerta.

Tengo la sensación de que el cine, y no sé si es un reflejo de la sociedad, es cada vez más cínico. Eso choca con su cine, que es profundamente humanista, y más en esta película.

Jean-Pierre: Sí. Y el cinismo es también una forma de contar las cosas, parece que ahora hay que ser cínico. Pero en realidad el cinismo es desdén. Y, por tanto, lo que hacen esos directores es decirnos que todos somos seres desdeñables y el realizador está por encima de todos nosotros. A mí, como espectador, estas películas me cansan muy pronto. Me hartan. Quizá nosotros somos ingenuos todavía, pero creemos que cada ser humano tiene su importancia y que cada uno de nosotros vale la pena. Vale la pena que se ayude, que se apoye, que podamos contar el uno con el otro y que no somos cínicos, que después de todo tiene que ver con el poder, también.

Esta película, de hecho, es más optimista que otras suyas. Más luminosa. ¿Es algo deliberado en estos tiempos?

L: No queríamos hacer sufrir a estas jóvenes que tienen tantos problemas. Cada una intenta librarse de algo, de un trauma, del pasado…

J.P.: Sí. Es optimista, desde luego. Y es luminosa. Pero esperamos también que no sea demasiado angelical ni demasiado fácil.

No se está defendiendo la excepción cultural. Por lo que no hace falta ni que gobierne la extrema derecha, el cine está en una situación muy frágil que hay que defender.

No lo es, porque la película muestra las grietas de un sistema que ha fallado a todas esas mujeres.

L: La pobreza atraviesa toda la película. Estas chicas vienen de ambientes pobres, de entornos desestructurados por la pobreza y la violencia. El sistema no ha funcionado. Pero es verdad que también está esta casa maternal que pertenece al sistema. Muchas de estas jóvenes pensaban que tener una hija era una solución, y eso es una ilusión.

¿Qué opinan de la etiqueta ‘cine social? En Cannes hay una parte de la crítica que parece que desdeña cualquier película que encaje en esa categoría.

L: Me da igual. Me importa un bledo. Nosotros hacemos una película, si encima tenemos que preocuparnos por las etiquetas que nos ponen… Anda a la porra. A nosotros nos interesan nuestros personajes, sus historias, y hablar del mundo a través de ellas. Lo que contamos va más allá. Cada personaje está puesto en escena de forma que se convierta en persona y deje de ser personaje. Eso es lo que queremos.

He escuchado que les gusta mucho el cine de Carla Simón. Ella dedica mucho tiempo al casting, e incluso intenta que haya elementos en común entre persona y personaje, que la realidad se cuele en la ficción. ¿Trabajan ustedes así también?

L: En general sí. Cuando trabajas con alguien que nunca ha rodado, buscamos que cada intérprete aporte algo que le haga acertado para el personaje. Que aporten algo que les pertenece. Lo que nosotros intentamos evitar, y también lo puedes evitar trabajando con actores profesionales, es la repetición. Por eso ensayamos tanto. Queremos que estén lo más desnudos posible cuando empezamos a rodar. Que se limpien de todo lo que sobra.

En la rueda de prensa de Seminci han hecho una defensa de la excepción cultural. El dominio de EEUU es uno de los problemas del cine europeo. ¿Creen que otro de los riesgos del cine es el auge de la extrema derecha? Miren lo que ha pasado en Argentina, donde no se está produciendo cine que no sea de plataformas.

L: Está claro que es un peligro. En Europa hay leyes que creo que incluso si, por ejemplo, la extrema derecha llegara al poder en Francia, o en Bélgica, cubrirían lo que hace el Centro Nacional de Cine.

J.P.: Pero no hay que olvidar que dentro del gobierno europeo no se está defendiendo la excepción cultural. Por lo que no hace falta muchas veces ni que gobierne la extrema derecha, porque el cine está en una situación muy frágil que hay que defender.