EL SILENCIO que transmite paz en un día cualquiera en un camposanto se integró ayer como parte del compás de los pasos de los miles de visitantes que acudieron a honrar a sus difuntos . Las flores llenaron de color las tumbas y lápidas como símbolo del recuerdo de quienes siguen presentes en las vidas y corazones de lo que los amaron. Entre ellos, algunas abandonadas o con inscripciones que ya no dicen nada por el excesivo paso del tiempo, pero que tienen su nombre grabado en mármol como testimonio de su existencia. Son lugares de historia pero, sobre todo, son testimonio de los valores de una sociedad que, aunque cambian con el paso del tiempo, algunos se mantienen inalterables. Por eso, el día de ayer, es agridulce por el dolor de las ausencias, por la gratitud del recuerdo y por la

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