La guerra de Ucrania y la llegada de Donald Trump a la presidencia de Estados Unidos han hecho evidente la debilidad de Europa en materia de defensa. El Viejo Continente carece de una estrategia autónoma de seguridad, pues durante décadas la ha confiado al paraguas que suponía el poder militar de Estados Unidos vehiculado a través de la OTAN.
Pero la invasión rusa de Ucrania, las cada vez más frecuentes injerencias del Kremlin en países del este europeo mediante acciones de guerra híbrida y la presencia en la Casa Blanca de un líder republicano para quien la defensa de Ucrania es un asunto europeo del que trata de obtener suculentos beneficios económicos y que no tiene la seguridad europea entre sus prioridades, han obligado a la Unión Europea a abrir los ojos a una nueva realidad que la