Cuando llegué a esta isla bendita hace treinta años, escapando del desierto, hablaba español e inglés. Ahora solo hablo español. A pesar de que el inglés es el idioma oficial en este país, lo he olvidado casi por completo.
Aprendí a hablar inglés gracias a mi abuelo paterno, que era cónsul honorario irlandés y prefería hablarme en la lengua de sus mayores. Era un hombre culto, refinado, moralmente estricto. Le gustaba pintar, escuchar música clásica, leer en inglés y en francés. También le interesaba vivamente acrecentar su fortuna. Por eso vivía en una casa grande, de arquitectura moderna, con numeroso servicio doméstico, y poseía una casa en el campo, cerca de la casa de mis padres, que él les había regalado. Todos los veranos viajaba a Europa para asistir a festivales de música clásica

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