En apenas cinco días, el gobierno Milei revolucionó –no se sabe si a favor o en contra– la escena política con la instalación de cambios claves en el gabinete. Apresurado, como si hubiera perdido la elección del domingo pasado y necesitara aliviar una pérdida que no ocurrió. Incluso, parecía atinado el Presidente al afirmar que disponía del tiempo del mundo para modificar su equipo. Pero se precipitaron los remiendos ministeriales mientras se reunía con la mayoría de los gobernadores (a dos de ellos se los llevará a EE.UU. este mes para ver a Trump), los mercados le jugaban a un éxito perenne e histórico y se pacificaba en apariencia con su socio Mauricio Macri (encuentro cargado de sospechas por la ficción de amistad y las objeciones del ingeniero boquense por la llegada de Manuel Adorni

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