Marguerite Yourcenar era mucho más que Memorias de Adriano, y Juliano el Apóstata dista de ser la mejor novela de Gore Vidal . Sin embargo, sendas crónicas imperiales lanzadas al mercado con la transición española gozaron del don de la oportunidad y consagraron a sus autores, dos intelectos voraces marcados respectivamente por la reclusión y el exhibicionismo . Acertaron al relativizar el poder absoluto y al celebrar el rescate del paganismo, enlazando así con la audiencia postfranquista.

Vidal no tenía ni un solo vicio privado, porque todos los expuso en público. El amigo de John Kennedy y de Paul Newman , aunque habría preferido ser amante de ambos, hubiera cumplido cien años mañana lunes. El memorial al mejor polemista de los últimos siglos no debe olvidar que sus sarcasmos

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