El linchamiento al que está siendo sometido Carlos Mazón entre el silencio cobarde de la mayor parte de sus compañeros demuestra por enésima vez que la derecha española no tiene remedio. Se merecen todo lo malo que les pase por panolis. Más que nada, porque un error repetido más de una vez acaba pareciendo una decisión. Lo que aconteció el miércoles en la Ciudad de las Artes y las Ciencias en ese mitin al que llamaron «funeral» pasará a los anales de la ignominia y ese arte de la maldad en el que el número 1 es nuestro caudillo por la gracia de Satanás, Pedro Sánchez. Han pasado setenta y tantas horas y el PP no ha dicho ni mu ante este nuevo 13-M con el que la izquierda quiere vengarse de una derecha que le ganó de calle las elecciones autonómicas de la Comunidad Valenciana en 2023. Lo de siempre: la izquierda se cree que el poder le pertenece por derecho divino o satánico y si se lo arrebatan legítimamente, allá que se planta con sus patrañas para recuperarlo por las buenas o por las malas, casi siempre por las malas. Ocurrió en la Segunda República de manera tanto más cantosa y sucede ahora más sibilinamente.
La izquierda se ciscó en la memoria de las 230 víctimas el miércoles al convertir en un acto político lo que debía haber constituido una jornada de memoria, respeto y tributo a quienes se llevó esa maldita DANA que sospechosamente la Aemet no supo prever ni la Confederación Hidrográfica del Júcar contener. Esta última no informó hasta pasadas las siete de la tarde de la exponencial crecida del barranco del Poyo, causante del fallecimiento de 192 valencianos. Mosqueante, ¿no les parece? A Carlos Mazón se le puede culpar de frivolidad estratosférica al no ponerse las pilas a las primeras de cambio e irse a comer como si nada estuviera aconteciendo pero tanto a la Aemet como a la Confederación del Júcar no sólo se les puede sino que se les debe echar en cara una negligencia criminal que costó dos centenares de vidas. Curioso que ni la jefa de la primera institución, la castellonense María José Rallo, ni el baranda de la segunda, Miguel Polo, hayan sido imputados por la juez roja de Catarroja. Lo demás, es propaganda por no decir una vulgar trola más.
La izquierda se cree que el poder le pertenece por derecho divino y si se lo quitan legítimamente busca recuperarlo por las buenas o por las malas
Estos días mi cabeza no deja de darle vueltas a una cuestión incontrovertible: lo suertudos que son los zurdos patrios. Cuando hay una tragedia todo les sale gratis, cuando acaece con la derecha en el poder medios y partidos de izquierda se lanzan como hienas a despedazar al presidente de turno, se llame Aznar con el chapapote, el Yak 42 o el 11-M, a Rajoy con no se sabe qué, Mazón con la DANA o Juanma Moreno con las mamografías. Al presidente de la Junta no se le escapa obviamente de qué hablo: a él los fallos en el cribado de enfermas de cáncer le está costando una mano de bofetadas mientras que un caso similar, aunque ni mucho menos idéntico, le ha supuesto ligeros rasguños a Emiliano García-Page. Así se escribe la historia, en buena medida por culpa de una derecha eternamente acomplejada y encantada de pedir perdón a todas horas. Son lo que toda la vida de dios hemos llamado unos masocas.
Las comparaciones son siempre odiosas pero algunas merecen el calificativo de escandalosas. Que se lo digan a Mazón y que se lo cuenten a Pedro Sánchez. Nuestro Gobierno aseguró por boca del gerifalte de Emergencias Sanitarias, Fernando Simón, el 31 de enero de 2020, cuando China ya estaba confinada e Italia se preparaba para ello, que en España no habría «más allá de algún caso». Veinticuatro horas antes la Organización Mundial de la Salud (OMS) había declarado la existencia de «un riesgo de salud pública de interés internacional». Y el director general de la OMS, el etíope Tedros Adhanom Ghebreyesus, advirtió el 25 de febrero al mundo que se preparase para «una potencial pandemia».
Pedro Sánchez no sólo hizo oídos sordos a la doble advertencia de la OMS sino que, además, minimizaba la que se venía encima. Cuando ya algunas naciones habían confinado o establecido estrictas medidas profiláctica para evitar la extensión del virus chino, él miraba hacia otro lado como si la amenaza que se cernía representase poco más que una gripe, como si los científicos fueran una suerte de pelmazos agoreros. La vida seguía igual en España mientras en numerosas partes del mundo, para empezar numerosos estados de EEUU, y Europa, empezando por Italia, ya se había encerrado en sus casas a la población.
Podemos, con los delincuentes de Pablo Iglesias e Irene Montero a la cabeza, exigieron a Pedro Sánchez llegar como fuera al 8-M, Día de la Mujer. Las imágenes de Irene Montero, Victoria Rosell, Begoña Gómez y Carmen Calvo protagonizando marchas masivas fueron el preludio de lo que luego ocurriría. A la entonces vicepresidenta primera del Gobierno y ahora mandamás del Consejo de Estado esa frivolité casi le cuesta la vida. Aquello fue un infectódromo. La misma vitola hay que adjudicar a otros actos multitudinarios como los partidos de fútbol de Primera y Segunda División de ese fin de semana y los de Champions, con el Valencia recibiendo al Atalanta italiano el 10 de marzo de 2020 y el Atlético de Madrid y su hinchada viajando a Liverpool el 11. Como había que llegar al 8-M como fuera no se prohibió la Liga, la ACB ni ningún otro torneo deportivo por aquello de no generar agravios comparativos. Consecuencia: el Covid hizo estragos.
Viendo la que estaba cayendo, lo normal es que el presidente del Gobierno hubiera decretado el confinamiento a principios de marzo, el viernes 6 o el sábado 7 como muy tarde. Pero por aquello de contentar a sus socios chavistas en un Consejo de Ministros en el que Pablo Iglesias ocupaba la Vicepresidencia Segunda —sí, aunque parezca mentira, este tipejo fue ¡vicepresidente!—, Sánchez optó por tirar adelante ejecutando una soberana peineta a la salud de los 48 millones de españoles. Su responsabilidad criminal en la expansión del coronavirus queda tanto más clara si tenemos en cuenta que mandó a su pentaimputada mujer y a su madre a encabezar la comitiva socialista. Consecuencia: Magdalena Pérez-Castejón y Sabiniano Gómez acabaron hospitalizados y contra las cuerdas en Puerta de Hierro, tal y como adelantó en primicia OKDIARIO.
Resulta incuestionable que si achacamos a Mazón parte de las muertes de la DANA, es obligado hacer lo propio con Sánchez en las del Covid
La estadística es una ciencia infalible. Y los estudios que se han hecho sobre la pandemia certifican empíricamente que si nuestro autócrata no hubiera accedido a los deseos de la parejita de Galapagar y hubiera confinado una semana antes, y no el 14 de marzo como finalmente ocurrió, se hubieran evitado 23.000 muertes. Ésa es la conclusión de numerosos estudios, entre otros uno conjunto de las universidades Rovira i Virgili de Tarragona y de la de Zaragoza, que llegó a esta conclusión echando mano de cálculos matemáticos. El investigador Álex Arenas va más allá y cree que el encierro de la población debería haberse ordenado no siete días antes sino 14, circunstancia que hubiera salvado no menos de 40.000 vidas.
Esto no son cuentos sino más bien cuentas. Aun a riesgo de que me tachen de desaprensivo y me acusen de desencadenar una «inmoral» guerra de cifras de muertos, lo que resulta incuestionable es que si achacamos a Mazón parte de los 230 óbitos registrados hace un año en Valencia, o todos incluso, es obligado hacer lo propio con un Pedro Sánchez al que no cabe otra que recordarle que su irresponsabilidad al anteponer la política al imperativo científico costó 23.000 vidas en el mejor de los casos. Es decir, cien veces más. Nuestro autócrata se fue de rositas y aquí paz y después gloria. Nadie le gritó «¡asesino!», nadie pidió la cárcel para él, ningún juez reclamó su suplicatorio y tampoco ni cristo le espetó el «¡hijo de puta!» que el presidente valenciano se tuvo que comer hace cuatro días. A Sánchez no le montaron ninguna manifestación, entre otras cosas porque estaban vetadas, y prácticamente ni quisqui exigió su dimisión. Visto lo visto, he llegado a una conclusión: ¿por qué no me hago de izquierdas: Mi vida sería bella, un auténtico paraíso en la tierra, ningún piojoso se metería conmigo, cualquier barrabasada se me tomaría a beneficio de inventario, me nombrarían periodista del año, me habrían concedido ya 15 premios Ondas y la pastuki me saldría por las orejas. Claro que para eso tendría que volver a nacer cincuenta veces.

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