Mervyn Evans transitó su infancia en un campo en Trevelin, en el Departamento Futaleufú en Chubut. Muy cerca, funcionaba un viejo molino perteneciente a una familia de pobladores chilenos que él solía usar como un lugar de juegos. Cuando el dueño de ese predio murió en 1978, sus hijos vendieron la propiedad. Mervyn nunca perdió la nostalgia por el molino. Investigó y recopiló información hasta que conoció a un lituano cuyo padre había construido ese antiguo molino.
« Me corrían molinos por la sangre «, bromeó ese hombre, bisnieto de uno de los primeros galeses que arribaron a ese rincón de la Patagonia en 1894.
«El lituano -continuó- me vendió dos piedras del viejo molino a 100 dólares. Un 14 de abril de 1994 dibujé los planos con la intención de crear un museo para preservar la histo

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