El resultado de la consulta del Pacto Histórico del pasado domingo, 26 de octubre, no es un detalle electoral más. Es una alarma encendida, un ensayo de hacia dónde nos llevan y quién controla el rumbo del país. Es el recordatorio de que el proyecto del sátrapa de Gustavo Petro no está muerto, sino agazapado, organizado y decidido a perpetuarse en el poder, con el respaldo silencioso de los grupos armados que hoy controlan amplias zonas del territorio nacional, imponen su ley y actúan como aliados naturales de un gobierno que les ha abierto las puertas bajo el disfraz de la fracasada paz total.
Mientras la derecha se distrae en disputas internas y el centro se ve sin rumbo y sumido en la indecisión, la extrema izquierda demuestra que aún tiene base, relato y maquinaria. Casi tres millones

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