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Flores. Velas. Comida. Encuentro con los que se fueron. Una fiesta para los sentidos llena de tradición pero siempre con toques diferentes.

Las celebraciones por el Día de Muertos en México —declaradas patrimonio cultural inmaterial de la humanidad por la Unesco desde hace dos décadas— atrapan cada año a pobladores y turistas, ancianos y a niños de distintos lugares a nivel nacional, desde el zocálo capitalino, la principal plaza del país, a un sinnúmero de pequeños panteones y hogares desperdigados por llanuras, cerros y valles.

"Es una cara pública y otra íntima", afirma Filiberto Valdés, vecino de Zapotitlán, un pueblo de unos 9.000 habitantes del sur de Ciudad de México que se jacta de sus raíces prehispánicas, pero sabe adaptarse al futuro.

La flor de cempasúchil

Su calle p

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