España y México, dos países adultos e importantes, a falta de tiempo para intentar sacar mejor partido de sus relaciones diplomáticas, culturales y económicas, están enfrascados en el juego infantil del perdón. "Tú me perdonas y yo te perdono". Recordando los orígenes de esas trivialidades nos retrotraemos a los tiempos bíblicos y al perdón de los pecados, que, dicho sea de paso, todos cometemos. Perdonar es un juego de propósitos éticos y morales tan viejos y manoseados que ya ni en el sexto mandamiento dan nada de sí.
Lo que es menos frecuente en lo que queda de esta acostumbre es pedirse perdón recíproco. En el caso de México, la iniciativa, con pinta algo camorrista, fue de un expresidente –incapaz de frenar o disfrazar la ola de asesinatos que asolan el país para la cual sí sería opo

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