El arrebato y la genialidad han sido el hilo conductor en la vida y el toreo del irrepetible diestro Rafael de Paula en lo bueno y en lo malo, en las cimas y simas, en el triunfo y en el tirarse al callejón, una constante vital en la biografía del impredecible artista gitano del barrio de Santiago jerezano.
Fue en la plaza de Jerez, en su Feria de Mayo de 2000, cuando Paula puso el punto y final a su carrera en una perfecta metáfora de lo que fue su vida y de lo que ha sido posteriomente, arrancándose la coleta en un gesto de rabia ante la impotencia de no poder matar un toro en el epílogo de su carrera de cuarenta años.
Desde entonces hasta que se retiró, siempre fue el mismo, desigual, irregular, con intermitencias, pocas corridas y un concepto que pronto se extendió por todo el tore

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