Hay quien lleva los brazos sueltos, quien los balancea, quien casi no los mueve y quien acompasa cada paso como si marcara un compás. Ese vaivén no es casual. Responde a la mecánica del cuerpo: balancear los brazos ayuda a estabilizar el torso , compensa el movimiento de las piernas y ahorra energía.
Pero el gesto también conversa con el estado interno . En días de ánimo alto o excitación, el paso se acelera y los brazos acompañan con más amplitud; en jornadas de cansancio o retraimiento, el movimiento se acorta y se vuelve económico. Lo mismo pasa bajo estrés: el cuerpo tiende a “cerrarse” y el balanceo se recorta.
En calles atestadas o en transporte público, el rango de movimiento baja por pura proximidad; en espacios abiertos, los brazos se “desplegan”. También influye lo que lle

Clarín Estados Unidos

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