Los ilusionistas buscan embaucarnos. Lo sabemos. Pero nos sigue sorprendiendo su destreza para crear ensueños manipulando con trucos las percepciones del espectador. El éxito de la engañifa está en conseguir que fijemos la atención en el señuelo relajando nuestro natural estado de alerta. Igual que el carterista que indica amablemente al panoli de turno cómo llegar a la boca del Metro mientras le sustrae hábilmente la cartera. El señor Sánchez, en un sublime ejercicio de prestidigitación, se sacó unas gafas del bolsillo et voilà!, el respetable olvidó por qué y para qué se le había citado en el Senado.
La capacidad del presidente del gobierno para flirtear con el engaño –lo que él, eufemísticamente, llama cambios de opinión– y su forma trapacera de desenvolverse en la arena política es má

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