Europa está enferma. Padece una profunda crisis de identidad y ha perdido la noción de su papel en un mundo nuevo del que parece no entender sus claves. Las consecuencias más inmediatas de este síndrome son su irrelevancia en la escena internacional, donde cada día es más ignorada por los grandes, y el ascenso sostenido en todo el territorio de la UE de las opciones nacional populistas, convertidas, y España no es una excepción, en fuerzas electorales capaces de condicionar la gobernabilidad tanto de los estados como de las instituciones comunitarias. El ascenso de la extrema derecha tiene a su vez dos consecuencias que están cambiando el panorama social en países que habían logrado grados muy elevados de desarrollo y cohesión social. El primero es el rechazo del fenómeno de la inmigración

See Full Page