Mientras cientos de familias acuden al Panteón Guadalupe para recordar a sus difuntos, hay quienes desde hace más de 15 años también han hecho de estas fechas una oportunidad para sostener su economía familiar .
Tal es el caso de Rosa María Juárez Ochoa y Abigail Reyna , dos vecinas cuyas viviendas colindan con la barda del camposanto y que, desde las alturas, han mantenido viva una curiosa tradición: vender a quienes visitan el panteón, sin moverse de casa.
Lo que comenzó hace más de una década con el suegro de Abigail Reyna , quien ofrecía taquitos lanzándolos por encima de la barda, se ha convertido en una forma ingeniosa y accesible de comercio.
Hoy, ambas mujeres ofrecen refrescos, dulces, frituras y hasta comida casera a quienes prefieren no caminar hasta los puestos

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