Miguel Ángel Borja ya falló el penal. Nelson Insfrán está en el suelo. Pero debería pararse. El piso es lava. El Monumental es Krakatoa. Erupciona después de comprimir el hartazgo. No siente propio a River. A ese River que está reunido en el corazón del campo de juego, que saluda aturdido y perdido. Y solo.
Gallardo tiene razón: River está solo. Solo y perdido. Solo y sin ideas. Solo. Enroscado en su loop patológicamente autodestructivo. Solo aun rodeado de 85 mil personas que durante 50 minutos prefirieron cantarle contra Boca, evitando el fuego amigo hasta que la paciencia se agotó con el penal absurdo que cometió Portillo. Es decir, hasta el final conceptual de un partido ante Gimnasia que fue mellizo a tantos otros. A Deportivo Riestra. A Sarmiento. Al pésimo primer tiempo contra Palm

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