En las alturas de la cordillera Oriental, un pueblo de Cundinamarca sorprende por su clima, su belleza natural y el sosiego que envuelve sus días.
A tan solo unos kilómetros del bullicio capitalino se levanta un municipio que parece detenido en el tiempo. Allí, entre montañas cubiertas de neblina y praderas que se extienden hasta perderse de vista, el aire se siente más limpio, el silencio más profundo y el paisaje más generoso. Así es La Calera , uno de los pueblos más fríos y encantadores de Cundinamarca, un destino que combina la calma del campo con la cercanía a Bogotá.
Ubicado a 18 kilómetros de la capital, este municipio forma parte de la provincia del Guavio, y llegar hasta él toma apenas media hora por carretera . Sin embargo, el cambio de ambiente es radical: el ritmo urbano

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