El asesinato del primer ministro Yitzhak Rabin, a manos de un israelí de extrema derecha, estremeció al país y erosionó la idea -extendida en los 90- de que la paz era posible . Hoy, 30 años después de su muerte, el Gobierno de Israel está en manos de uno de sus mayores rivales en vida, Benjamín Netanyahu, quien se apoya en ministros ultranacionalistas que defienden los asentamientos y el uso de la fuerza contra cualquier país vecino.

"El asesinato horrorizó al Estado de Israel. Era algo que no creíamos que pudiera ocurrir aquí ; pensamos que eso les sucede a otros, no a nosotros. La conmoción fue profunda", rememora en una entrevista con EFE Nurit Cohen, historiadora del Centro Rabin en Tel Aviv.

Cohen no cree que, como sugiere la leyenda popular, "todo Israel estuvo de luto", sino

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