La vida incluye la experiencia del mal y del dolor, así como múltiples injusticias y la muerte, que es su término. Esta realidad afecta el orden físico y también el ámbito psicológico y espiritual. Nos conmueve ciertamente el dolor ajeno, especialmente el de las personas que amamos; a las que nos unimos mediante la compasión .
Este sentimiento no es simplemente lástima, sino -como aparece claro en la etimología- acompañar sufriendo lo mismo. En este caso se trata de un dolor espiritual. Según la fe cristiana, el dolor, sobre todo cuando es interior, como se dice en latín, aegritudo, es una consecuencia del pecado. Hay un dolor que acompaña la conversión; es un dolor del corazón, que reconoce haber ofendido a Dios, dolor del pecado, siempre saludable, que debe convertirse en propósito de

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