Madrid
Para muchos, el poder embaucador del teatro está en un patio de butacas lleno; personajes sobre un escenario y una oleada de aplausos al final de la primera representación, pero hay quienes lo viven de otra manera, como le ocurrió a Ana Morgade: "El padre de una amiga era el dueño del Teatro de Cámara de Madrid y vi mil veces 'El casamiento'. Un día, cuando no quedaba nadie, pasamos por el escenario. Al ver las gradas vacías, el polvo de los telones a través de los focos, tuve una revelación y dije Aquí es donde quiero pasar el resto de mi vida".
Tras todas las insistencias durante años para empezar su formación actoral, Ana tuvo una conversación crucial con su madre durante la etapa universitaria: "Mi madre me dijo que, como ya no había remedio, me pagaba los estudios de interpre

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