El principio fundamental de la Ley de Murphy —si algo puede salir mal, saldrá mal— parece haberse instalado en la Casa de Nariño. Lo que comenzó como una estrategia de independencia política del presidente Gustavo Petro frente a Estados Unidos ha derivado en un deterioro diplomático sin precedentes, que hoy amenaza con socavar el activo estratégico más importante de Colombia: su credibilidad internacional.

Mientras el discurso progresista latinoamericano se presenta como una cruzada por la justicia social, la realidad demuestra que muchos de estos gobiernos han caído en un patrón sistemático de corrupción, ineficiencia y tolerancia frente a la ilegalidad. Paradójicamente, bajo su mandato, lo que más progresa no es la equidad ni el bienestar, sino la criminalidad. Los casos de Bolivia, Ecu

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