Fue en la madrugada del vierne 4 de noviembre de 2016. En minutos, el fuego se hizo dueño del barrio. Cantagallo, ese pedazo de selva instalado frente al río Rímac, ardía como si alguien hubiese decidido borrarlo de un solo trazo. Los primeros gritos rompieron el silencio con una urgencia dramática. Gritos de “¡fuego!, ¡despierten!”, se escucharon entre las familias shipibo-konibo que salieron como pudieron.

Había llegado a Lima en el 2000 , desde el departamento de Ucayali, unas catorce familias del p ueblo indígena shipibo–konibo y se asentaron en la parte alta de la zona de Cantagallo , frente a la Vía de Evitamiento en el Rímac . De catorce pasaron a ser unas doscientas familias hacinadas en ese lugar con promesas de las autoridades nacionales y municipales.

Debieron

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