A Iván Jesús Uriana, su inocencia lo llevó a la muerte. Sus hermanitos estaban jugando, él salió a buscarlos, pero sus sentidos de la orientación, no le alcanzaron a grabar el regreso a casa. Se perdió en el caluroso desierto entre Bahía Honda y Bahía Hondita, en donde el sol, parece brillar más fuerte que en el resto del planeta. En donde el agua solo aparece en espejismos y encontrar una ayuda humana, es como ganarse un baloto.
Todo se inició la mañana de este primero de noviembre. Como siempre, los niños salieron a jugar. Iván se quedó, devorando el último granito que quedaba en su plato de peltre. Cuando salió no los vio, y comenzó a caminar sobre la tierra amarillosa del desierto. Quería jugar, ver el sol, tirarse sobre las dunas que forma la arena arrastrada por los vientos. Según e

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