Hay experiencias que no solo se viven, sino que se sienten, se saborean y se quedan grabadas en la memoria como un eco que perdura. Así fue mi visita al evento “Entre Altares y Hornos”, en el municipio de Pabellón de Arteaga, una experiencia que me permitió reconectarme con las raíces más profundas de nuestra identidad, pero también con la esencia de la inclusión: esa que no se impone, sino que florece en la convivencia, en el respeto y en el reconocimiento del otro.

Como persona ciega, mi relación con el entorno parte de los sentidos. Cada aroma, textura y sonido me cuenta una historia que mis ojos no pueden ver, pero mi corazón sí puede interpretar. Y en Pabellón de Arteaga, los sentidos se convirtieron en guías de un viaje lleno de color, aunque yo no pudiera verlo. Un viaje donde la t

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