Llevar un crucifijo o una medalla colgada al cuello, una estampita detrás del móvil o en la cartera, o vestir hábitos religiosos en España puede ser motivo de burla o incomprensión para algunos, pero, por fortuna, está muy lejos de ser peligroso. Este tipo de actos, profesiones de fe, se deben a la firme defensa de unas creencias religiosas o a tradiciones familiares.

En cualquier caso, se trata de decisiones que se toman desde la completa libertad personal y que son respetadas en la mayoría de los casos. Sin embargo, esto no siempre fue así en nuestro país. Hubo unos años en los que hacer algunas de estas manifestaciones públicas de fe era poco menos que señalarse y buscarse una sentencia de muerte y el martirio.

Un grupo de milicianos custodia a unas religiosas en Alcalá de Henares,

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