Durante años, el divorcio fue sinónimo de fracaso o de final. Sin embargo, cada vez más personas lo viven como un proceso de transformación y crecimiento personal . La posibilidad de separarse —ya sea en la juventud, en la madurez o en la vejez— se asocia hoy con la búsqueda de autenticidad, bienestar emocional y libertad . Lejos de ser un signo de debilidad, muchas rupturas se convierten en el punto de inflexión para redefinir el amor propio, los vínculos y el modo de habitar la vida cotidiana.
Cuando el cuerpo dice “basta”
El divorcio, asegura la autora y periodista Elizabeth Day , no fue una decisión racional sino física. “Lo que pasó fue que dejé que mi cuerpo me dominara. Me di cuenta de que esto no iba a ser una cuestión de inteligencia. Tenía que permitirme sentirlo”, relató

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