A más de mil metros bajo el Pacífico, una nube turbia se dispersa lentamente. No es contaminación visible desde la superficie, pero podría transformar el océano desde sus cimientos. Esa nube —una mezcla de sedimentos, metales y residuos mineros— es el subproducto de una nueva fiebre global: la carrera por los minerales del fondo marino.
Un estudio reciente publicado en Nature advierte de un riesgo poco conocido. Al extraer metales del fondo del mar, la minería submarina libera una nube de residuos tan finos como el polvo. Ese material puede reemplazar el alimento que millones de pequeños organismos necesitan para sobrevivir. Son criaturas diminutas, casi invisibles, pero sin ellas no habría peces, ballenas ni vida marina tal como la conocemos.
Un profundo problema. Un equipo de la Uni

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