El oficinista Bernardo Soares, que trabajaba en una oscura oficina lisboeta en la Rua dos Douradores, escribió en una especie de diario que llevaba: “He nacido en un tiempo en que la mayoría de los jóvenes habían perdido la fe en Dios por la misma razón que sus mayores la habían tenido: sin saber por qué”. El oficinista era, por supuesto, un invento de Fernando Pessoa, y la anotación formaba parte del caudal de notas dispersas que llegaría a formar El libro del desasosiego. Si hay una mente cuántica en la literatura europea, capaz de desmenuzar cualquier pensamiento hasta llegar a las partículas fundamentales que lo integran –a sus quarks mentales, podríamos decir–, ese es Fernando Pessoa. Y este razonamiento lo demuestra muy bien. ¿Por qué el ser humano del siglo XX, y no digamos ya del s

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