Es historia repetida. Y triste. Cada año miles de argentinos se suben a un avión en Ezeiza y parten a una nueva vida. Algunos van a formarse o hacer una “experiencia”. Pero lo cierto es que la mayoría emigra para siempre, buscando cosas que nuestro país no logra ofrecer desde hace décadas. Es inevitable que acá, y allá, queden familias partidas. Padres y abuelos ven alejarse sus afectos con esperanza, mientras nace un vacío apenas el puntito alado se aleja.
Este fenómeno —que millones de familias conocen demasiado íntimamente— tiene aristas. Por ejemplo, madres —o padres— ni demasiado jóvenes ni demasiado mayores, con escasa o nula familia cercana, que sin ser “solos” quedan expuestos a una soledad particular.
Como prueba de que es una situación muy común, vale repasar un dato. El año

Perfil Sociedad

Los Angeles Times Opinion
AlterNet
WIRED
Vogue Culture US