Hay una idea central en Amada Carlota que vertebra toda la novela: lo verdaderamente devastador del mal es su normalización. Su domesticación social. Bebés robados, monjas actuando como carceleras morales, abusos a menores, matrimonios cuya única función es sostener el escaparate, adicciones, sumisión intelectual, humillación. Todo eso está en la novela. Pero lo más perturbador no es lo que ocurre, sino que nadie se escandaliza. No hay tragedia griega. No hay heroicidad . Hay rutina. Y hay silencio.
Marta Robles escribe desde ese lugar de desgarro; desde la comprensión de que el horror más eficaz es el que no necesita épica para destruir . En cada página repican las reflexiones de Hannah Arendt ; la banalidad del mal. Ése normalizar. Ése mirar para otro lado. La novela levanta cortinas; frente al escaparate respetable, muestra la trastienda donde los doctores Jekyll esconden a sus señores Hyde.
Antes de escribir , Marta Robles escucha. Observa. Caza una frase perdida en una cafetería, o un gesto que delata una grieta. Lo hace durante meses. Cuando ya tiene el eje moral de la historia , se encierra seis horas al día a narrar. Por la mañana lee poesía para afinar el idioma. Dice que la poesía hace bailar las palabras. Quizá por eso su prosa parece escrita desde un idioma interior anterior a la prosa: ágil, directa, trepidante. Y adictiva.
Lleva escribiendo toda una vida. Empezó con cinco años, con un poema (el único). Después, más de veinte libros —ensayo, biografía, divulgación y ficción— y numerosos premios literarios como el Fernando Lara de Novela en 2013.
Ésta es la entrevista con la autora de Amada Carlota –una novela que registra que el horror está integrado; que lo toleramos; que convivimos con él. Pero también que luchar por la verdad todavía importa , y que aún es posible ganarle una partida a la vida.

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