En la pandemia, decidió dejar su trabajo y apostar por emprender. ¿era el mejor momento?

—Para nada, no había peor momento. Compré un negocio, que no es el que me vendieron. El covid fue malo, pero no lo peor. Si volviera atrás, no lo haría.

Desde entonces ha pasado de la calle San Orencio de Huesca al corazón de la ciudad. ¿El cambio se ha notado mucho?

—El cambio era obligado para la supervivencia del negocio, lastrado por diversos problemas. Había que cambiar todo lo que recordara al pasado, mantener clientela y hacer nueva. Fue como empezar de cero.

Usted siempre da alegría y reparte felicidad. Es un trabajo gratificante, ¿no?

—Lo peor del oficio es no dar premios. Afortunadamente, desde que comenzamos, hemos repartido diferentes premios. Al final el dinero le va bien a todo el mu

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