La naturaleza alcanza su máxima expresión en estos majestuosos valles del Pirineo aragonés: valles, cascadas, picos y bosques de cuentos de hadas convergen en un paisaje difícil de igualar. El viajero que se adentra aquí lo hace con respeto, casi en silencio, como si pisara un templo natural. Es un territorio que obliga a mirar con calma, a respirar hondo y a apreciar la fauna que vive entre sus ramas y sus tierras moldeadas por glaciares.
En la entrada del valle se encuentra Torla, un encantador pueblo de piedra y tejados de pizarra que actúa como puerta natural del parque nacional. Desde este punto parten las excursiones que conducen a los valles vecinos que se reparten en sus más de 15.000 hectáreas. Sin duda, es la joya más imponente de la zona y prueba de ello es que fu

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