Por Manuel Lizárraga

Ayer escribí sobre el reconocimiento legal del cambio de identidad de género en Yucatán, una medida que ha sido presentada como símbolo de modernidad y avance en derechos humanos. Hoy, sin embargo, la realidad me mostró otra cara del mismo Estado que presume ser progresista.

Mientras esperaba en las oficinas centrales del Registro Civil, en el corazón de Mérida, observé el calvario de un campesino de Xkanxoc, acompañado de su hij o. Su único propósito: corregir una letra en su acta de nacimiento.

Meses de trámites, viajes, promesas, y ahora una espera interminable para que alguien lo escuche. Una simple letra que lo separa de su derech o a tener documentos correctos y poder realizar trámites básicos.

La pregunta es inevitable: ¿por qué en Yucatán es más fácil c

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