Rara vez ocurre que un actor o una actriz logre salvar una película cuya historia ya fue contada mejor en otras oportunidades. Mátate, amor, la nueva película de Lynne Ramsay, es uno de esos pocos casos porque cuenta con una de las actrices más imponentes y talentosas de su generación, la inmensa Jennifer Lawrence, quien alcanza una intensidad histriónica como pocas veces se ve en una estrella de Hollywood.
Y si a este protagónico extraordinario, capaz de sostener cualquier plano en medio de una historia tan errática como su personaje principal, se le suma un actor como Robert Pattinson, la entrada ya está justificada (aunque Ramsay no logre retratar con suficiente precisión la crisis casi psicótica de una mujer que acaba de ser madre).
Lawrence es Grace, quien se muda con su pareja, Jac

La Voz del Interior
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