Unos meses después de la inauguración del Archivo de la Provincia de Buenos Aires, la semilla del Archivo General de la Nación y sus hoy 27 kilómetros lineales de documentación, el preocupado primer director Francisco de Paula Saubidet se quejaba en 1821 de la “humedad que deteriora los papeles” en la Manzana de las Luces, la falta de personal especializado, inventarios modernos, estantes y espacio, la ausencia de cumplimiento de las obligatorias transferencias de otras dependencias gubernamentales y, en fin, de las ínfimas partidas para su sostenimiento. Carta en el buzón a los futuros archivistas públicos y privados: “No me da la vida para ocuparme del flujo, todo lo que debería ingresar por ley o donaciones, sino que lucho por paliar el manejo del stock en tres edificios, y comunicar el

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